El Buen raciocinar y la enfermedad del Rey Nuestro Señor


     Encuentro, casi diría que cazo, una joyita de libro viejo en La Candela. Se trata de un tratado de Lógica compuesto por D. Andrés Piquer, Medico de Cámara de su Majestad el Rey don Fernando VI y publicado en su edición completa en 1771. No me llega del todo impecable: en Murcia el papel sufre mucho por la humedad y la luz; aún así, el estado general es bueno y permite disfrutar del trabajo de impresión de don Joaquín Ibarra: los tipos elegantes; el papel grueso y aún muy blanco, tupido de corondeles y puntizones. Esto lo cuento para el gulusmeo de los amigos letraheridos y librescos que me siguen en esta bitácora, quienes a estas alturas ya babean de simpatía, deseo y envidia, y tanto que me alegro.
Retrato de D. Andrés Piquer
     Pero, con todo y ser un volumen de solera y guapeza, lo mejor es el texto, por su estilo y por su aliento. Basta asomarse al índice para percatarse de que no abrimos un tratado de lógica al (romo y farragoso) uso, sino una obra breve y sencilla que aspira a exponer las reglas y buenas maneras del arte entero del pensar, del “raciocinar”, muy en la línea de las Reglas para la dirección del Espíritu escritas un siglo antes por don Renato Descartes. O mejor, del Ensayo sobre el entendimiento humano, de John Locke, a quien Piquer cita con tino y complicidad. En efecto, la atmósfera filosófica que se respira en la obra de Piquer es plenamente empirista, ilustrada y británica. Cuando se cita a Descartes (Cartesio) es para meterle los pavos a la sombra, como cuando refuta sin misericordia su creencia en las ideas innatas: “Nada hay innato en el almario del intelecto: todo se adquiere con el debido exercicio de los sentidos y con el uso de la recta razón, que no encuentra ninguna idea plantada en el espíritu, sino que, mediante el uso de sus potencias, engendra esas ideas o verdades fundamentales quando hay motivo y proporción” (págs. 14 y 15).
     Los autores ingleses, sin embargo, son traídos a la consideración del doctor Piquer en calidad de compañeros de viaje, y se apoya especialmente en ellos cuando establece los límites de las definiciones esenciales y nos sugiere que nos conformemos con las descripciones racionales (págs. 78-84), lo que es tanto como advertir a los lectores de que nunca llegaremos a saber nada del todo, pero que no dejemos por ello de construir una versión razonable del mundo que nos rodea.
     La cultura liberal siempre ha defendido el vigor histórico y la fecundidad de las ideas, que llegan a los libros, a los periódicos y a la Academia resueltas a salir al mundo a demostrar lo que valen. Una mala idea en política, por ejemplo, puede dar lugar a millones de muertos a lo largo de los siglos. Tal ocurre con el “Hombre Nuevo” de Rousseau, que ha sabido liderar las matanzas jacobinas, socialistas, comunistas, y la LOGSE. Afortunadamente, ideas buenas no faltan, pero tardan mucho en ingresar en la historia y, cuando lo logran, resultan ser más mucho más modestas en su alcance, porque, como sabían los griegos, lo Bello es difícil (Platón), y el Bien, sumamente frágil (Aristóteles).

Fernando VI, retratado como Príncipe de Asturias por Jean Ranc

     Del buen y modesto raciocinar de Piquer se siguen ideas benéficas aplicables a todas las ciencias. Él mismo analizó (“raciocinó”) la enfermedad de su patrón, el Rey Fernando VI, a quienes los físicos de la Corte le habían diagnosticado melancolía y manía. Piquer observa detenidamente a su paciente, recoge con cuidado los datos que considera más significativos y llega a la conclusión de que el Rey no padece dos trastornos opuestos, sino que se trata de una sola enfermedad, y en este parecer se dejó inspirar por el principio lógico que recomienda optar siempre por las explicaciones más sencillas (entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem, según formulación de Guillermo de Ockham). Todo esto lo podemos ver en su Discurso sobre la Enfermedad del Rey Nuestro Señor D. Fernando VI (que Dios guarde), obra en la que es grato comprobar cómo el doctor Piquer aplica a la medicina los principios analizados en la Lógica que aquí nos ocupa. Con esto, Piquer ha pasado a la historia de la medicina por haber sido el primero en reconocer, describir y proponer un protocolo de diagnóstico para lo que hoy conocemos como trastorno bipolar. Un paso importante en la historia de la Psiquiatría. Un feliz encuentro entre la potente Ilustración británica y la muy voluntariosa ilustración española. Y un buen ejemplo del valor de la recta Filosofía, en general.

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