Metáforas de lo zombi


     El verano pasado cayó en mis manos la traducción española (Ed. Almuzara) de Guerra Mundial Z, de Max Brooks, y me resultó una lectura inteligente (más ensayo/ficción que novela pura y dura) que me dejó un magnífico sabor de boca y la sensación de haberme nutrido de buenas ideas. Un año después he podido ver la película, dirigida por Marc Forster, y me ha parecido estupenda para pasar una noche de verano, con su par de cervezas, su bocadillo de chorizo y demás. Mis amigos ya saben que a mí me encantan la literatura y el cine de zombis, que viene a ser como una especie de metáfora narrada del cuerpo social. Uno ve una película de zombis de las clásicas y se siente transportado a la Cuba comunista, por ejemplo; o se ve rodeado de la cutrepanda barbiliendres que ocupa fincas y atraca supermercados en Andalucía.
    En el caso que nos ocupa, Max Brooks rompe con algunas de las convenciones del género: mientras que los zombis clásicos se desplazan envarados, lentos y cojitrancos; los zombis de la Guerra Mundial Z corren como endemoniados y ya no parecen comunistas sevillanos sobrados de sarro, sino un peligro cierto al que sólo se puede enfrentar una tropa como Dios manda: los Navy Seals, el Tsahal israelí, y en este plan.




     Lo que no cambia, sin embargo, es esa vocación de metáfora social que empapa todo el género. Max Brooks la desarrolla minuciosamente a lo largo de las distintas entrevistas ficticias que estructuran su libro. La película, más volcada en la acción y en el lucimiento de Brad Pitt (¡qué actorazo, y sin mediar subvención!), pasa muy de puntillas sobre este asunto, aunque también deja caer alguna que otra perla. Por ejemplo, resulta muy digno de consideración todo lo que el protagonista escucha y ve en Israel, en donde han sabido prever la epidemia y defenderse a tiempo, merced a una curiosa metodología empleada por los Servicios Secretos, que los guionistas denominan 'El Método del Décimo Hombre', según la cual, cuando diez analistas del Servicio Secreto están de acuerdo en que una información es falsa, se le encarga a uno de ellos que trabaje sobre la hipótesis de que dicha información pueda ser cierta, para ver si consigue refutar fehacientemente las conclusiones de los otros nueve. Esto viene a ser algo así como demostrar la superioridad y la potencia predictiva de un Servicio Secreto que opera con unos procedimientos basados en el escepticismo más absoluto, el escocés, el de Hume, Adam Smith... Me encanta, o sea.
     Y aún más me gusta lo que se dice de Corea del Norte, cuyos habitantes se libran de la zombificación, por causas que bien pueden servir para comprender el carácter esencial de la praxis socialista. En la versión literaria, el gobierno de Corea del Norte encierra a toda su población en búnkeres subterráneos nada más aparecer los primeros zombis, y ya nadie vuelve a saber de ellos jamás; lo cual viene a ser una alegoría simple y luminosa de la vida diaria en un país comunista, en el que no hay posiblidad de salir fuera del país, ni prensa libre, ni internet, ni contacto con los turistas, ni entre ellos mismos. La versión de los guionistas del filme (J. Michael Straczynski y Matthew Michael Carnahan) es más sutil y más tremenda: según informa un ex agente de la CIA que resultó ser un traidor que vendía información al Gobierno de Corea del Norte, en cuanto el Amado Líder recibió las primeras noticias de la existencia de zombis, mandó sacarle los dientes a toda la población norcoreana, un objetivo que se cumplió en apenas cuatro días y que logró detener la epidemia, puesto que nadie podía morder a nadie: ¡Genial! No sólo porque parece un tipo de solución verosímil dentro de lo que es la ingeniería social propia de los pensadores marxistas, sino que resulta ser una metáfora perfecta de todas las grandes reformas comunistas y socialistas. La LOGSE, sin ir más lejos y sin que por nadie pase, es algo muy parecido a esto de arrancarle los dientes a todo un país, y ahí seguimos todavía, sin lograr quitárnosla de encima, y viendo arder a los ministros que lo intentan, por cierto.

Este artículo se publicó en el diario "La Opinión", de Murcia, el jueves 15 de agosto de 2013

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