El 'Conceto'
El dizque “Arte Conceptual” es un movimiento artístico
que se prefiere transgresor (¡oh, ah!) y donde las ideas importan más
que sus representaciones físicas, que quedan reducidas a meros
soportes, a cachivaches en los que sólo reparamos los rancios como yo. La
criatura tiene varios padres legítimos, entre los que destacan Marcel
Duchamp y Robert Rauschenberg; e infinidad de hijos espurios, algunos notorios,
como Yoko Ono, que es una señora que no sabe dibujar, ni pintar,
ni esculpir, ni escribir, ni pensar, ni depilarse el coño;
pero tuvo el acierto mercantil de amancebarse con John Lennon, y con eso y un
sombrero horroroso se vio catapultada al Salón de la Fama.
Yoko Ono fue de las primeras en seguir
al maestro Duchamp, y
constituye un ejemplo canónico de cómo una absoluta
falta de talento ha sido el mejor acicate para el éxito en el mercado del
arte, y todo ello ha servido de faro y modelo moral para una infinidad de jóvenes
artistas que viven con bastante aseo de sus ocurrencias, sin verse obligados a
pasar por el engorroso trámite de aportar valor estético
a esa cosa tan mostrenca que es la materia en todo lo suyo: el folio en blanco,
el lienzo impoluto, el barro amorfo…
Seguro que muchos de ustedes verán en esto un buen
porvenir para sí o para su prole,
y por eso voy a detallar el procedimiento, por el bien de la “empleabilidad”,
que dicen los diputados. Lo primero que necesita un artista conceptual es idear
una Idea, valga la redundancia. Si no se ven capaces de formular una idea
original (y ya les adelanto que no es nada fácil después
de Platón), pueden servirse de una metáfora
conceptual que ilumine con una cierta luz nueva algún rinconcillo del
mundo físico o del universo moral, y tal hicieron
los supramentados Rauschenberg y Duchamp; nada del otro mundo, aunque tampoco es fácil
del todo, así que hagan lo que
muchos y apáñense con un ‘conceto’,
a saber: un topicucho manido, lo suficientemente edificante como para ser
proclamado sin desdoro en la discografía de John Lennon
(¡valiente alma de acelga, por cierto!), en la radio de Julia
Otero, en la tele de Iñaki Gabilondo, o en el púlpito del papa
peronista. “El machismo es lo peor” serviría a este propósito.
A partir de aquí,
buscan un cachivache; no lo inventan, ni lo construyen, porque no se trata de
sudar; además la reutilización
es sostenible y aporta a la obra un valor moral añadido. Buscan un
cachivache, digo, y se inventan un larguigüebis
resultón que enlace el cachivache con el ‘conceto’.
Por ejemplo, si pillan un maniquí roto del Corte Inglés y una persiana desvencijada, el
larguigüebis podría ser éste:
“El machismo es una persiana rota que deforma la mirada del
sujeto social, por lo que la mujer es vista como un objeto de consumo desechable
por un capitalismo falócrata y deshumanizado.” Este larguigüebis
es de nota, ya se lo advierto, y con él bajo el brazo
podrían acudir a una institución
y solicitar una exposición con subvención
incluida. La institución no se va a negar nunca, porque
poner obstáculos a semejante arte parece que le
pusiera a uno a favor del capitalismo falócrata, y por
nadie pase. De modo que ya está: usted es un artista. Eso sí,
no espere que el público acuda en tromba a visitar su
obra; pero para eso está la subvención, para consolarle de tanta incomprensión,
cuya culpa, por otro lado, será siempre del
ministro del ramo, que no educa a la gente para que aprecie los ‘concetos’ en lo que se merecen.
Una "Instalación" de Yoko Ono |
Como ven, es bastante fácil todo.
Conviene, desde luego, saber guardar un fino equilibrio entre las servidumbres
requeridas por la institución que te subvenciona y los nítidos
mensajes transgresores que han de emanar de tus ‘concetos’;
pero hasta la fecha no se sabe de nadie que haya cruzado las líneas
rojas, al menos hasta que se agota la subvención, de modo que no
vale la pena detenerse más en este punto. No se les ocurra,
eso sí, ir diciendo por ahí que sus ‘concetos’ los ha sacado de un manual de Educación
para la Ciudadanía; o que se dedica a reciclar
persianas roñosas, porque no tiene ni ojo, ni
mano, ni cabeza para la pintura, no fuere a ser que nos haga sentir a todos
rancios y desabridos, como aquel Rey que iba desnudo, y la liemos parda.
Artículo publicado en el diario "La Opinión" de Murcia, el 23 de mayo de 2015