Melancolía

     Lo confieso: pertenezco a la estirpe torcida de quienes se entristecen con el fin del verano. No me gusta nada el ritmo biológico que nos trae septiembre, y no sólo es la vuelta a la rutina laboral, aunque también. El trabajo, cualquier trabajo, tiene mucho de lucha contra el caos, contra la entropía, contra el paso del tiempo y, sobre todo, contra la estupidez. Tiendo a pensar que sin tanto cretino, podríamos permitirnos el lujo de trabajar la mitad y rendiríamos el triple. La competitividad es un asunto, en buena medida, de inteligencia, ésta es un don escaso y eso me encabrona cada vez más. O dicho en cursi: me colma el hígado de una negra melancolía. En ese estado mental, me refugio en los libros, que son mi casa, especialmente cuando se me oscurecen las vísceras del alma y necesito de una fuerte dosis de bálsamo intelectual; Ambrose Bierce (1842- 1914), por ejemplo, podría servir: calvinista por su origen, ateo por vocación, periodista irónico y amargo, mujeriego, bebedor inteligente, diestro en el sarcasmo, narrador inspirado…, sus escritos podrían brindarme la cuerda que me sacara de mi particular pozo preotoñal.

Ambroce Bierce,  retratado por J. H. E. Partington


     Abro al azar el Diccionario del Diablo (muy bien traducido por Eduardo Stilman para la editorial Valdemar), y me encuentro con esta entrada: “Evadirse: Cambiar los peligros e inconvenientes de una residencia fija por la seguridad y comodidad de un viaje.” Le doy unas cuantas vueltas en la cabeza y no sé si me hace bien o mal, porque me recuerda el viaje del verano donde madrugaba para encontrarme con las águilas que sobrevuelan las sierras, y si lo comparo con lo de ahora que es madrugar para encontrarme con los sinsabores que se arrastran por los despachos…; pero lo cierto es que me gusta el lexicograma (¿se dice así?) de Don Ambrosio, y busco más. Ya que estoy con lo de madrugar, acudo a este otro: “Alba: momento en que los hombres sensatos se acuestan. Ciertos ancianos prefieren levantarse a esa hora, tomar una ducha fría, dar un largo paseo con el estómago vacío y mortificar su carne con otras prácticas deportivas, que son sustancialmente bárbaras e insanas. La razón por la cual las personas que actúan de este modo son siempre robustas es que las más débiles mueren en el intento.” Coño, esto me ha dolido, porque parece que lo haya escrito pensando en mí, que soy de los que pasean sus triglicéridos antes de que el mundo amanezca. A ver si ahora va a resultar que tanto quejarme de los tontos y yo mismo soy un perfecto idiota. Sigo leyendo, pues: “Idiota: Miembro de una enorme y poderosa tribu, cuya influencia en el quehacer humano fue siempre predominante y rectora. La actividad del Idiota no se limita a ningún campo especializado del pensamiento o de la acción, sino que penetra y regula el todo” Esto me tranquiliza, porque mi capacidad de influir en mi entorno tiende a cero. Llevo décadas, por ejemplo, diciendo que lo de la LOGSE es una catástrofe ecológica, o que para salir de una crisis hay que bajar los impuestos, en lugar de subirlos, y no me hace caso prácticamente nadie; así que no debo de ser idiota del todo.
     Ya parece que me encuentro algo más animado; así que pongo la radio y sale el Príncipe defendiendo lo de las olimpiadas y da gloria escucharlo, nada que ver con su augusto padre, al menos de un tiempo a esta parte. A ver qué dice de esto el diccionario de Bierce: “Abdicación: Acto por el que un soberano demuestra sentir la alta temperatura de su trono. Acción de entregar una corona a cambio de una cogulla con el fin de dedicarse a coleccionar tibias y uñas de santos. Legado de un trono, con el propósito de saborear el malestar de un sucesor. Por todas estas definiciones, estamos en deuda con la historia de España.” ¡Anda: ha dicho “España”! Da gusto encontrarse con un escritor americano del siglo XIX que nos veía como una nación con historia. El caso es que me refocilo en estas ideas de Bierce y pienso que igual el Rey nos da una alegría y abdica en su hijo. Bien es verdad que es una faena pasarle a tu heredero un país como éste y una dinastía como la suya, con la que está cayendo en el uno y en la otra…; pero igual al padre le apetece ver sudar a su hijo, no sé, las familias tienen todas un punto siniestro, y las familias reales ni les cuento.
     El caso es que cae la noche y veo que los del COI nos dejan sin olimpiada y que el buen hacer del Príncipe se ha quedado en agua de borrajas. De modo que dudo mucho que el Rey abdique, y vuelvo a Bierce: “Republicano: Sistema de gobierno en que la justicia es igual para todos los que se puedan permitir el lujo de pagarla.” ¡Pues sí que estamos bien! A ver, otra: “Paciencia: Forma menor de la desesperación, disfrazada de virtud.” Nada, que no hay manera. En fin...

Este artículo ha sido publicado en el diario "La Opinión", de Murcia, el día 12 de septiembre, jueves, de 2013.

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