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Refugiados judíos huídos de un pogrom ruso (Liverpool, 1882) |
Me invita mi amigo Enrique a incluir la historia de Finlandia e Israel en la consideración de las naciones, digamos, ejemplares, en cuanto a virtudes cívicas se refiere. De Finlandia hablaré en varios posts que pienso dedicar al tema educativo. De Israel, no me resisto a apuntar hoy un par de pinceladas de su historia reciente.
Desde finales del siglo XIX, la comunidad judía venía construyendo su nación en Palestina; dónde si no, con la que les caía (los pogroms de la Europa del Este) y la que les estaba por caer en Europa (la Shoah, la tempestad imparable del exterminio nazi). El sionismo no es ni más ni menos que eso: el proyecto laico de fundar Israel en Palestina, sin esperar al Mesías. Por ser laico, precisamente, provoca el rechazo de buena parte del judaísmo religioso más intransigente, que propone dejar el asunto en manos de Dios. Por ser un proyecto democrático, provoca todo el rechazo visceral del comunismo internacional, incluida toda la izquierda española, que es visceralmente antijudía.
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Imagen de Thedor Herzl,
fundador del sionismo |
El caso es que, al terminar la Segunda Guerra Mundial, los sionistas reclamaron su derecho a constituirse como estado independiente y obtener el reconocimiento internacional hacia lo que hoy llamamos Israel. En su haber contaban con la fundación de Tel Aviv sobre las dunas del desierto, con la construcción de centenares de kibutz (el único experimento socialista que ha medio funcionado en la historia de la humanidad), escuelas, hospitales, canales, bosques, carreteras, granjas, cines, teatros, la primera universidad, el primer instituto científico y la primera orquesta sinfónica del Medio Oriente; la Civilización, vamos al decir. Gran Bretaña, con el apoyo de la Liga Árabe que ella misma había inventado y fundado, elevó el caso a las Naciones Unidas con la idea de que condenasen las pretensiones judías para que así el Imperio Británico pudiese continuar con su dominio. La ONU constituyó un comité de países neutrales que recomendó el fin del tiempo colonial británico y la partición de Palestina en dos estados: uno árabe y otro judío. Los judíos, naturalmente, aceptaron el veredicto. No así los árabes, que rechazaron la oferta, juntaron siete ejércitos, violaron la decisión de las Naciones Unidas y se arrojaron sobre Israel con el firme propósito de no dejar un judío vivo. La guerra, pues, la buscaron e iniciaron los árabes. Ni la ONU, ni Europa, ni los USA, ni nadie impidió el ataque ni apoyó al atacado. Es más, los únicos que les vendieron armas fueron los checos, que hicieron un buen negocio a costa de jugársela frente a los soviets. Así y todo, Israel derrotó por sí sola a los siete ejércitos árabes y ahí comenzó la tragedia palestina. Si sus dirigentes hubieran actuado con sensatez, en 1948 ya hubieran tenido su Estado propio. O dicho de otro modo, si los dirigentes palestinos hubieran defendido a su pueblo, en lugar de a los tiranos que estaban al frente de los pueblos vecinos, existiría un estado palestino desde 1948, con el acuerdo de la ONU y de Israel. Años después, Golda Meir resumía todo esto diciendo que Israel alcanzaría la paz el día en que los palestinos pusiesen el amor hacia sus hijos por encima del odio que sentían por los judíos.
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Tropas israelíes durante la primera guerra que libraron contra los siete ejércitos árabes |
En todo caso, la victoria de Israel no supuso ningún tipo de anexión territorial, contrariamente a la imagen de país "imperialista" con que se suele presentar su historia en el discurso oficial antijudío. Antes al contrario, fueron los países vencidos los que se hicieron dueños de los restos de Palestina. Gaza pasó definitivamente a ser administrada por Egipto y Cisjordania fue ocupada por Jordania. Esto es, los territorios que hubieran correspondido al Estado árabe palestino fueron devorados por esos dos países; pero no por Israel. En cuanto a Jerusalén Este, quedó en manos jordanas, y se convirtió en un arrabal infecto, donde el reino hachemita no hizo otra cosa que alentar la destrucción de sinagogas centenarias y la construcción de letrinas con lápidas milenarias del Monte de los Olivos. Por supuesto, los judíos tuvieron prohibido durante todos los años de administración jordana el acceso al Muro de las Lamentaciones.
Esta guerra concluyó en un periodo de paz (inestable) que duró 18 años, durante los cuales ni un solo dirigente árabe visitó Jerusalén Este, y, lo que es aún más curioso, ni una sola voz, ni en el mundo árabe, ni en Europa, se alzó para exigir que se formara el tan anhelado Estado Palestino en esos territorios que estaban ocupados por Jordania y Egipto. Ni una sola.
En una próxima entrega tendré ocasión de referirme a cómo concluyó este periodo de paz.
Laicismo y democracia... es que eso es "la bicha" para la izquierda pretendidamente progresista que no soporta que crezcan naranjos en otros huertos sino en los suyos. Y si encima, como bien apuntas, las unicas comunidades "socialistas" que han progresado alejándose de la utopía (y floreciendo en medio del desierto!!!) son los "kibutz" se les funden los plomos.
ResponderEliminarPor no hablar de esa actitud cerril que, como bien dices, de no haberse dado habría propiciado que estuviesemos a las puertas de celebrar el 63º aniversario de la fundación de Israel Y de Palestina.
Cuánta muerte y cuánto dolor se habría evitado en medio mundo...
De todas formas hay incontables ignorantes que prefieren lanzar sus dardos contra Israel injustamente (bueno, tampoco es que sean unos santos, pero a cada uno lo suyo).
Esta semana, y a la luz de los incalificables bombardeos ordenados por Gadaffi contra algunos de sus súbditos, una señora comentaba en la radio que era contradictorio que ese mismo día en Madrid se rindiera homenaje a Simon Peres, "dirigente de una nación que también bombardea a sus enemigos" (sic).
En fin... iba a explicar el disparate de ese razonamiento, pero supongo que no tengo tanta paciencia para sacar de la oscuridad de su caverna a quien se encuentra encantado de estar rodeado de rocas y vislumbrar la realidad por un pequeño agujero.