Libres y valientes
En el momento de su estreno, los ciento treinta mil soldados que forman el ejército polaco se vieron obligados a asistir a la proyección de Katyn, la última película de Andrzej Wajda. Sería impensable que en España se planteara una medida semejante, por ser el nuestro un país que cultiva con primor sus complejos colectivos, lo cual no obsta para que el Estado imponga al conjunto de los escolares una dogmática moral y política bajo el disfraz de una espantosa malformación ideológica que recibe el nombre de educación para la ciudadanía. El caso es que los soldados polacos vieron esta película (que a mí me llegó recomendada por el doctor Zieleniewski, un amigo polaco a quien debo infinidad de alegrías) como parte del programa de actividades culturales de sus cuarteles, y gracias a eso han tenido ocasión de recordar los últimos días de unos oficiales del ejército polaco prisioneros del ejército soviético, entre veinte y veinticinco mil, que fueron masacrados sin piedad por órdenes directas de Stalin (que no quería hombres libres en su territorio, y menos si eran valientes) para luego ser enterrados en fosas comunes en el bosque de Katyn, en las inmediaciones de Kiev. Un pasaje de la historia que dice mucho de lo que ha significado y significa el comunismo mundial, incluido el régimen cubano que tanto encandila a Javier Bardem, por seguir con el cine.
Lo cierto es que la historia reciente de Polonia constituiría una buena materia de estudios para los alumnos de los cinco continentes; podría servir de columna vertebral para programar una Educación para la Ciudadanía válida para todos los países con vocación democrática, en la medida en que la Polonia del siglo XX ha sido un volcán de actos de entrega, honor, sacrificio, amor a la libertad, inteligencia, generosidad y heroísmo que no tienen parangón en la historia de ningún otro país, salvo en la de los Estados Unidos, si acaso.
Polonia fue, por ejemplo, el único país ocupado por Hitler en el que no se formó un gobierno colaboracionista. Es más, las atrocidades cometidas en el gueto de Varsovia fueron gestionadas por mercenarios del ejército nazi traídos ex profeso desde Ucrania y Lituania, porque el gobierno militar alemán no encontraba ni un solo polaco (y casi ningún alemán) dispuesto a colaborar con aquel genocidio. (Ejercicio para alumnos no necesariamente brillantes: compárese todo esto con lo ocurrido en Francia, donde los alemanes se vieron literalmente desbordados por la pasión con que los buenos ciudadanos franceses entregaban a sus vecinos judíos)
La rebelión del gueto, casi al final de la contienda, se unió a la de la resistencia polaca, un puñado de héroes famélicos que llegaron a ocupar tres cuartas partes de Varsovia y resistieron el contraataque nazi durante meses, sin más armas que las que arrebataban a dentelladas a sus enemigos, eso en una de las orillas del Vístula. Mientras, en la otra, a escasos cincuenta metros, el muy glorioso ejército soviético tuvo los santos huevos de detener su avance para contemplar pacíficamente (sin disparar una sola bala contra los nazis, ni enviar un solo pertrecho a quienes se suponía que eran sus aliados) cómo los alemanes machacaban a la resistencia, exterminaban a los judíos y volaban Varsovia entera, ladrillo a ladrillo. (Ejercicio para alumnos de altas capacidades éticas: a la luz de estos episodios, analice la fibra moral del comunismo y el alcance ético del pacifismo.)
Los polacos no olvidaron nunca su historia, y gracias a eso nació el sindicato “Solidaridad”, que fue la palanca que derribó, en los años ochenta, el Telón de Acero, tras el cual veraneaba don Santiago Carrillo junto a su amigo Ceaucescu. (Ejercicio para alumnos con alta sensibilidad a la coherencia: acudir a las hemerotecas a repasar el tratamiento que recibió ese proceso por parte de los intelectuales de la izquierda española)
Al cabo, quienquiera ver Katyn habrá de escarbar en algún videoclub de los freakis. En su momento, se estrenó también en España, pero apenas se mantuvo un par de semanas en alguna sala mínima de Madrid. En Murcia, tuvimos ocasión de verla en la filmoteca, un día, y punto. Es muy difícil que una película con este nervio se mantenga más de tres semanas en una sala de exhibición. Sin duda, tiene mucho que ver ese patriotismo cinéfilo de la ceja y de la cuota de exhibición. Todo sea por Javier Bardem. Y por su mamá, naturalmente. Gente muy noble toda la familia, por cierto.
La buscaré en los videoclubs de los freakis. Son mi especialidad.
ResponderEliminarInteresante un pueblo así. Un pueblo recto, que no se vende. Cuánto que aprender
ResponderEliminarPor cierto, a ver si me enlazas, bonico
ResponderEliminarEstás enlazada desde el primer día, Lola, querida
ResponderEliminarOsando comentar al maestro.
ResponderEliminarUn libro que me viene al pelo. "Ciudad de ladrones" de David Benioff; Leningrado, el invierno más feroz de la historia, la ciudad sitiada por el ejército alemán, Segunda Guerra Mundial, dos ladrones, un desafío: encontrar una docena de huevos para el pastel de boda de la hija de un poderoso coronel del ejército ruso.
Sus únicas armas ingenio, amistad, humor y valor. Si lo consiguen viven, si fallan, mueren.
Una historia de HOMBRES, con mayúsculas.
Entre tu excelente crítica y el comentario que te hace Rentero termina una con un nudo en la garganta. Una pena que una película así pase desapercibida.
ResponderEliminarMe apunto esa peli, Independent, que viniendo de quien viene seguro que lo vale.
ResponderEliminarY, desde luego, es una pena que estas cosas pasen desapercibidas. La película y la historia de Polonia, en general.
Paco, para ser justos, deberías unir a Finlandia e Israel entre las historias nacionales que deberían ser de obligado estudio. Por lo demás, enhorabuena por el post. Yo fui a ver Katyn cuando se estrenó y, por supuesto, me llevé a mi hija, por aquello de la educación para la ciudadanía.
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