Noche Transfigurada
Arnold Schönberg (1874 - 1951)
compuso su poema sinfónico Noche Transfigurada en 1899 a resultas de la
profunda impresión intelectual y emocional que le produjo el haber conocido a
la que pronto se convertiría en su esposa, Mathilde Zemlinsky, la hermana del
también compositor Alexander von Zemlinsky. Para ello se inspiró en la obra de
Richard Dehmel, un poeta tan incómodo para su mundo como lo era el propio Freud
y por muy parecidas razones; un escritor inquietante, crudo, áspero, capaz de
sacudirse la imponente herencia romántica alemana y de abrir, desde sus
lecturas de Schopenhauer y de Nietzsche, los nuevos caminos por los que luego
transitaría el expresionismo poético centroeuropeo.
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Gustav Klimt. La esperanza |
Técnicamente, en la obra de Schönberg aún no se ha desarrollado el
dodecafonismo por el que se conoce (se teme, tal vez) a este compositor. Más
bien se trata de una composición en la que el joven creador combina todas las
corrientes musicales más interesantes del momento, puestas al servicio de
expresar la alta carga emotiva del poema, así como su propia excitación
interior: y así, encontramos elementos claramente pertenecientes a la llamada
“música programática” de Richard Strauss, intensos cromatismos armónicos
wagnerianos fusionados con la fórmula de la variación continua heredada de
Brahms; y, desde luego la idea formal de “Poema sinfónico” propia de quien por
entonces era su único maestro: Alexander von Zemlinsky. Pero, más allá de los
tecnicismos, la Noche Transfigurada de Schönberg es una de las páginas
musicales más bellas que se han escuchado sobre la tierra, es una música para
el llanto y la exaltación, y, desde luego, el más intenso homenaje que la
música sinfónica ha dedicado al éxtasis sagrado del amor.
Y si el
poema sinfónico es una obra magna, los versos de Dehmel estremecen el mármol.
Hay en ellos un arrobo seco, una sobriedad expresiva, un juego de claroscuros
entre la luz de la luna y la oscuridad del bosque; la calidez de los amantes y
la frialdad del monte; la desnudez de las ramas muertas y el vientre cargado de
vida de ella; la culpa y la piedad; la desesperación y la transfiguración… Sin
lugar a dudas se trata también de una de las páginas esenciales de la historia
de la Literatura Universal, que tuvo, además, la suerte de toparse con el
compositor que le dio su justa e inspirada forma musical.
No conozco ninguna versión del poema
en español que me satisfaga; por eso me he atrevido con mi propia traducción. A
ver qué les parece:
Noche Transfigurada
Dos
personas caminan por un bosque gélido y desnudo
y contemplan la luna
que los acompaña.
Una luna que se pasea
sobre los altos y viejos robles;
no hay nube alguna en
el cielo,
sobre el que se dibujan las cumbres oscuras.
Y una mujer alza su
voz:
“Llevo un hijo
dentro de mí, y no es tuyo.
Cargo con mi pecado,
mientras paseo contigo.
Me he deshonrado
gravemente.
No creí que la
felicidad pudiera existir para mí;
y, con todo…, tuve un
fuerte deseo
de albergar vida en
mí, de sentir
las alegrías de la
maternidad,
y sus
obligaciones.
Por eso di el paso.
Por eso permití que
mi sexo se estremeciera
con el abrazo de un extraño,
y fui bendecida por
ello.
Y ahora la vida se ha
cobrado su venganza,
pues me he encontrado
contigo. Contigo.”
La mujer
camina con paso desmañado.
Mira hacia la cima,
hacia la luna,
su mirada sombría
colmada por la luz.
Y un hombre alza su
voz:
“Que el hijo que has concebido
no sea una carga para
tu alma.
¡Mira! ¡El universo
entero resplandece!
Hay un aura que
circunda todas las cosas.
Tú y yo somos
náufragos en un mar helado,
pero hay una llama viva de calor
entre ambos: de ti
hacia mí, de mí hacia ti.
Y es
ese calor el que transfigura al niño.
Tú vas a concebir ese
hijo para mí y de mí;
tú me has traído un
fulgor,
tú me has convertido
en un niño.”
El hombre la agarra
por las caderas poderosas;
sus alientos se besan
en el aire.
Dos
personas caminan por la noche alta y clara.
Estoy seguro de que mi versión no es
mejor que otras; pero la traducción, la filología, me ha permitido ser (me ha transfigurado
en) el hombre y la mujer; la noche alta y el bosque helado, y la piedad y el
perdón, que son sagrados.
Artículo publicado en el diario "La Opinión" de Murcia, el día 2 de abril de 2016